lunes, 21 de enero de 2013

Adiós, es hora de marchar



Despedida de un niño hiperactivo a los profesores de su centro escolar


Adiós, es hora de marchar
Adiós, es hora de marchar  

Diego es un niño gijonés que padece un desorden hiperactivo-impulsivo, trastorno que, según recientes estudios, padece el 5% de los alumnos. Ahora cambia de centro educativo y en esta emotiva carta se despide de los que han sido sus profesores en una complicada etapa escolar.

DIEGO BATALLA MARTÍNEZ Hola, soy Diego. Sí, para algunos una pesadilla. En estos momentos estoy viviendo el último castigo en casa por motivos colegiales. Como no tengo mucho que hacer se me ha ocurrido despedirme de los que habéis sido mis profesores.
También quiero aprovechar para disculparme por mi comportamiento en clase. Ya sabéis, contestaba a las preguntas sin permiso, continuamente me movía en el pupitre e incluso me decíais que hablaba solo. Supongo que ya lo sabéis: soy un niño hiperactivo.
Mis padres me han dado algún libro sobre niños como yo. La verdad, prefiero seguir leyendo los libros de M.; pero hay una guía para educadores, en ella me sorprendió la descripción del niño hiperactivo, predominantemente impulsivo, y yo me identificaba con él: se mueve de un lugar a otro en momentos inapropiados, acostumbra a interrumpir, mueve manos y pies en exceso y por momentos su comportamiento es muy molesto. El cerebro de estos chavales no llega a controlar su comportamiento ni anticiparse al futuro. Preparar y dirigir su conducta hacia la consecución de su tarea tiene grandes obstáculos.
Como muchos sabéis, voy a un médico, el cual me explicó que a un niño que padece tos no se le puede castigar o reñir aunque tosa en clase y moleste. Por el contrario, a estos chicos como yo se les debe elogiar la conducta adecuada, hablando con un lenguaje positivo e ignorando conductas menores (como no sacar la libreta en clase). También señala que se nos debe dedicar tiempo extra, acercándose a nosotros con ganas de ayudarnos y de vernos como a niños que tenemos un problema y no como a niños problemáticos.
Guardaré también buenos recuerdos de todos vosotros y sobre todo de mis compañeros, con los que espero disfrutar durante muchos años.
Recuerdo cuándo empecé el colegio. Era un crío, y tú, R., tú nunca me comprendías.
E. fuiste compresiva conmigo y te lo agradezco, noté que te gustaba enseñar, no como a otros.
B., donde quiera Dios que estés, sé que te llegarán estas líneas. Para ti sí fui un problema, pero lo supiste asumir, hablaste con Ch. e intentaste ayudarme.
M., ya sé que me odias, yo también te correspondo. Me lo demuestras todos los días cuando levanto la mano para contestar una pregunta en clase y haces lo imposible para que no la pueda responder. Cuando te pregunto el significado de una palabra y me dices que lo busque en un Diccionario sabiendo que no lo tengo, y al poco tiempo responderle la misma pregunta a otro compañero/a.
J. A., gracias por preocuparte por mí desde que nos conocimos, supiste ver en mí a un niño hiperactivo y se lo comunicaste a mis padres.
M., tus clases son especiales, aunque no las mejores para niños como yo, pides mucha calma y silencio. Siento no haber respetado los turnos de palabra, aun así me valoraste lo positivo, como A., a la cual le doy gracias por apoyarme en los momentos difíciles.
C., ya sé que piensas que soy un chico demasiado inquieto y que la hiperactividad es un camelo, pero para sorprenderte voy a citar una poesía en inglés, una de mis aficiones:
«Charles
at the botton of the mountain
the enemy
is inside.
Inside
your body
Charles»
C. del V., no hay palabras para describir tu comportamiento?
Del lne.es ( Diario Independiente de Asturias)

domingo, 20 de enero de 2013

Os  adjuntamos un vÍdeo que nosotros les ponemos a nuestros niños/as para enseñarles los números en inglés. Esperamos os guste. Dejadnos vuestros comentarios para saber si os interesan que colguemos más.
Gracias

viernes, 18 de enero de 2013

CÓMO ORGANIZAR EL TIEMPO DE LOS DEBERES




Os dejamos desde Intelect@ Málaga unos breves consejillos a tener en cuenta a la hora de hacer los deberes con vuestros hijos/as.

sábado, 12 de enero de 2013

DEPRESIÓN INFANTIL


Durante las últimas semanas estoy leyendo y poniéndome al día sobre un tema interesante: La depresión infantil, porque estamos preparando una charla para nuestra Escuela de Padres. Si bien hace unos años se negaba o se ponía en cuestión que los niños pudieran padecer este trastorno, hoy en día la mayoría de los especialistas aceptan que efectivamente la depresión infantil existe y que su presentación difiere en muchos aspectos de la depresión adulta. 

En todo caso, estamos en una fase inicial y en general, es poco diagnosticada y por tanto, son pocos los niños que reciben el tratamiento adecuado. Se estima que aproximadamente un 2,5 % de la población infantil (2 a 12 años) padece este trastorno. Vamos a presentar algunos de los síntomas que pueden hacer sospechar que un niño o niña está padeciendo depresión.
Estos síntomas deberían estar presentes durante dos semanas al menos y suponer un cambio importante en la actividad previa del niño o niña.
Los síntomas pueden ser:
  • Estado de ánimo triste irritable. Este estado de ánimo está presente casi todo el día y casi todos los días.
  • El niño o niña pierde capacidad de disfrutar: no tiene interés por actividades que le gustaban; parece que nada le resulta agradable ni interesante.
  • Puede haber cambios de peso considerables: bien disminución, aumento o no se alcanzan los aumentos de peso esperables a su edad.
  • Problemas de sueño.
  • Pérdida de energía.
  • El niño o niña está muy agitado o excesivamente lento casi todo el día.
  • Hay sentimientos de culpabilidad o de inutilidad o baja autoestima.
  • Se aísla de los demás.
  • Pérdida de concentración.
  • Pueden aparecer ideas suicidas.
La presencia de estos síntomas deterioran algunos aspectos de la vida del niño como la relación con los demás, la relación familiar o sus estudios.
El diagnóstico debe realizarlo un especialista. Este especialista es el que debe considerar los síntomas, cuántos deben estar presentes y diferenciar la depresión de otros posibles trastornos.
Es una tarea complicada y especializada ya que debemos tener presente que la depresión suele acompañar otros trastornos infantiles como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastornos de conducta o los trastornos de aprendizaje, entre otros.
El tratamiento previsto para la depresión infantil suele ser terapia psicológica, tratamiento farmacológico o la combinación de ambos.
Mi recomendación desde aquí para las personas que están más en contacto con los niños (familias y maestros) es que si sospechan que un niño o niña pueda padecer depresión infantil, se realice una valoración para descartarla o en su caso, confirmarla y realizar el tratamiento lo antes posible.
Portal educativo Educapeques

viernes, 11 de enero de 2013

CONSEJOS PARA QUE A TUS HIJOS "LES MOLE" LEER


Pasar de ver la lectura como algo que sirve para moverse para el mundo, algo obligatorio a disfrutarla como uno de los mayores placeres que tenemos a nuestro alcance es otro tema y no todo el mundo lo consigue.
Todos queremos que nuestros hijos lean, que se aficionen a la lectura, que descubran ese placer a su alcance, al que podrán recurrir siempre para aprender, para soñar, para disfrutar, para pensar, para llorar a mares, para reírse a carcajadas, para descubrir otras vidas, para evadirse. Leer para vivir.
¿Qué podemos hacer para transmitirles ese interés? ¿Para conseguir que la lectura sea un hábito y un placer? No hay una receta mágica… pero hay unas cuantas cosas que sí podemos hacer.

1. Leer, leer, leer, leer, leer, leer

Esto es tan obvio que da vergüenza tener que decirlo pero si tú no lees jamás, si tus hijos no te ven leer ¿cómo van a aficionarse a algo que no conocen, que les resulta ajeno? Tienen que verte con un libro en la mano. Igual que tu hijo jamás será tenista de éxito si no lo llevas a jugar al tenis, tampoco se aficionará a leer si no lo ve la lectura como algo normal a su alrededor.

2. Tener libros en casa

Tener libros en casa, tenerlos en estanterías en el salón, en tu cuarto, en su cuarto, en una pila en tu mesilla, encima de la mesa. Organizados por temas, por orden alfabético, sin ningún tipo de orden. Libros como algo habitual y normal, no como algo “místico” y lejano. Libros gordos, libros finos, libros con muchas fotos y poca letra, libros sin dibujos, libros pequeños, grandes, de colores, libros nuevos, libros viejos, heredados, comprados, usados.

3. Llevarles a la biblioteca

Para hacerles conocer los libros y su mundo nada mejor que llevarles a la biblioteca. En casi todas ellas hay una zona infantil llena de libros pensados para ellos en sus distintas etapas. Tampoco hay que volverse loco y un fundamentalista absurdo y empeñarse en llevar al niño de 1 año a la biblioteca todas las semanas porque sencillamente no se entera, pero a partir de los 3 o así conviene crearles el hábito de ir de vez en cuando (semanal o quincenalmente) a la biblioteca. Las actividades que organizan allí como talleres de lectura, cuentacuentos y demás están muy bien, pero no hay que olvidar cual es su función principal: prestar libros. Hay que enseñarles cómo funcionan, hacerles el carnet y dejarles pulular por las estanterías y que cojan lo que quieran.

4. Trato con los libros

Leer no implica solo juntar las palabras. Leer implica que te gusten los libros, tenerlos, usarlos, colocarlos, verlos en las estanterías, ordenarlos, desordenarlos, prestarlos. Tienen que verte tratar con los libros, acarrear uno al sofá, de ahí a la cama, leer mientras desayunas, llevar un libro en el bolso, a la playa, en vacaciones. Leer en la sala de espera, en el parque mientras ellos juegan. Verte usar y tratar los libros los hace cercanos, los acerca a su vida. Tener libros y poder tocarlos, manejarlos, y usarlos los hace a la vez cercanos en el trato y misteriosos en el contenido.

5. Establecer una rutina lectora

Igual que se enseña (o se intenta) el hábito de comer, de dormir, de ducharse y de recoger la habitación se puede enseñar a adquirir el hábito de la lectura. Advierto que es duro y a veces fantasearás con el pensamiento “bueno, si no se aficionan a leer tampoco pasa nada”… porque a última hora del día, cuando ya lo tienes limpios, cenados y acostados… la rutina de “leer un cuento” puede ser terrorífica según el día, el cuento y su estado de ánimo.
Por supuesto para esto hay que desechar la idealización esa de las pelis que todos tenemos en la cabeza: ellos empijamados, tú pletórico de fuerzas y colmado de amor por tus hijos, iluminados por una lámpara de princesas, dinosaurios o astronautas en una escena idílica leyendo un cuento molón. La realidad se asemeja más a tú utilizando tus últimas fuerzas del día, mientras ellos protestan y tú lees por enésima vez un cuento espantoso y que a pesar de tener 20 páginas se te hace eterno. Por supuesto y por si alguien cree en ello, los niños JAMÁS se duermen mientras les lees un cuento y si hay más de uno se pelearán por el sitio, por ver, por el cojín, por la almohada…
Tampoco hay que fanatizarse con eso, si un día no te apetece o ellos no tienen ganas, no pasa nada, pero piensa que al final funciona. Un día llegarán y dirán: me voy a la cama a leer… y se te caerán las lágrimas de la emoción.
Después llegará el día en que no habrá manera de apagarles la luz, pero de eso ya te preocuparás más adelante.

6. Nunca obligar a leer un libro

Que lean lo que quieran, obviamente dentro de lo que es más o menos adecuado a su edad, pero nunca obligarles a coger un libro sencillamente porque a ti te encantó. Que lean lo que quieran, que se atiborren a Gerónimo Stilton, o Harry Potter o que decidan leer solo libros de fantasía. Exactamente lo mismo haces tú, lees lo que te apetece, lo que te llama y poco a poco has ido saltando de unas cosas a otras, lo mismo les ocurrirá a ellos si les dejas y llegarán a dónde tú quieres, a dónde a ti te interesa que lleguen, a leer algo que te gusta a ti y poder discutirlo con ellos. Primero se adquiere el hábito de leer y después el gusto lector… y el gusto lector es muy personal y puede que no lo compartáis o que tardéis un tiempo en compartirlo.

7. Que lean cómo y cuándo quieran

Una vez que han adquirido el hábito de leer, pueden tener rachas de no soltar el libro y otras de no apetecerles o dejarlo a los diez minutos. Déjales, es su ritmo lector igual que tú tienes el tuyo. Puede que lean muchísimo en invierno y en verano se dispersen, puede que no dejen el libro en la playa y no te hagan ni caso, puede que lean tirados en el suelo, subidos a una mesa, que les den las dos de la mañana o que no lean en un mes. Déjales a su aire… poco a poco lo controlaran.

8. No regalar libros en contraposición a juguetes

Leer es un placer y jugar también. No son cosas opuestas y nunca jamás hay que decir cosas horribles del tipo: “no te regalo un juguete, te regalo un libro” como si un libro fuera lo bueno y un juguete lo malo. Hay tiempo para jugar y tiempo para leer y atiborrar a un niño de libros cuando lo que quiere es una muñeca o motos o coches o unos patines es una putada y un sinsentido; seguirá queriendo su juguete, odiará el libro y te odiará a ti.

9. Enseñarles parafernalia libresca

Escribir su nombre en el libro cuando lo compran o se lo regalan, ordenarlos en la biblioteca, tener un cuaderno donde apunten los libros que han leído, que han cogido de la biblioteca, quién se los ha regalado. Hacer dibujos de los personajes y ponerlos en la nevera mientras los están leyendo, buscar las pelis sobre los libros después de que los hayan leído… todo un mundo de cosas para hacer que no mejoran la lectura pero que mola y engancha.

10. Darle un poco de misterio

Establecer con ellos un vínculo misterioso a través de los libros. Rebuscar entre tus libros el título justo que quieres o comprar el libro que en un determinado momento te marcó y quieres regalarles y dárselo diciendo: “Mira, este libro lo leí yo cuando tenía tu edad y me encantó, espero que te guste”. Por supuesto, volvemos al punto 6, no hay que obligarles a leerlo. Se echa la caña y se espera… con el tiempo acaban picando.

11. Compartir una lectura en alto

Esto no es exactamente igual que establecer una rutina lectora. Cuando les lees un cuento por la noche lo haces para que se acostumbren a tener ese rato para leer, compartir una lectura en alto persigue otra finalidad. Se trata de acercarles un libro más de mayores, que ellos solos no podrían leer porque “es demasiado gordo” e introducirles en ese mundo de tu mano. Tú lees en alto y ellos escuchan, preguntan lo que no entienden, se preocupan por los personajes, por lo que pasará, por lo que no pasará, a veces querrán que sigas leyendo más allá de tus fuerzas, otras veces no querrán que empieces, querrán leer ellos en alto…Compartir esa lectura tiene que ser un momento especial y que al terminar digan: cuando sea más mayor lo voy a leer yo solo.

12. Leer, leer, leer, leer

Es obvio pero indispensable y por eso lo repito. Si tus hijos te ven leer, te ven disfrutar con la lectura. Ven que en cuanto tienes un hueco te pones a leer, que tratas los libros con mimo, que los quieres. Te ven reírte, llorar, abstraerte. Si contestas a sus preguntas con algo como “Lo he leído en un libro” o al ver una película les dices: “en el libro pasan más cosas”…les irás metiendo poco a poco el gusanillo de la lectura, del interés y el amor por los libros.

martes, 8 de enero de 2013

Ya han vuelto nuestros hijos/as al cole..... si observáis que tienen alguna dificultad académica, podemos ayudaros a superarla con nuestros programas pedagógicos. Más información en nuestro centro: www.intelectamalaga.es

DEBERES SÍ.... O DEBERES NO.


El otro día escuché en las noticias que algunos colegios se estaban planteando dejar de mandar deberes a los niños matriculados en primaria. Por supuesto, tras la publicación de dicha noticia no faltaron las diversas opiniones de maestros, padres, pedagogos, psicólogos…El debate está abierto y hay opiniones para todos los gustos y colores.

ninos-y-deberesLa verdad es que son numerosos los padres que acuden a consulta y me plantean que sus hijos tienen muchos deberes, o que a sus hijos les cuesta muchísimo ponerse a hacerlos y se tienen que quedar con ellos hasta que acaban, convirtiéndose así las tareas de los niños también en la de los padres. Por otro lado, si preguntas a cualquier niño qué es lo peor de su mundo o lo que menos le agrada, en el 90% de los casos te contestará que los deberes.

Con toda esta polémica, me preguntaba qué diría el diccionario de la Real Academia Española sobre lo que significan las palabras “deberes” y “tareas”. Pues bien, la palabra “deber” hacer referencia al “ejercicio que, como complemento de lo aprendido en clase, se encarga, para hacerlo fuera de ella, al alumno de los primeros grados de enseñanza”, y por el término “tarea”, se entiende por regla general “trabajo que debe hacerse en un tiempo limitado”.

Es verdad que los deberes tienen el objetivo de afianzar aquello que se ha expuesto en clase, además de contribuir a la adquisición y mantenimiento de rutinas, que en un momento posterior servirán al niño para poder hacerse cargo de un mayor material de estudio. Es decir, los deberes o tareas bien aplicados y administrados, no sólo contribuyen a crear un buen hábito de estudio, sino que también fomentan la autonomía, la responsabilidad y la asunción de las consecuencias de nuestros actos.

El dilema surge cuando observo en la consulta que niños de ocho o nueve años se pasan una media de dos horas diarias, incluso tres, haciendo deberes. Obviamente, muchos de ellos acaban cansándose, sus padres desesperándose y haciendo los deberes con ellos y por ellos. En estos caso me pregunto ¿qué utilidad tiene que un niño pase después de seis horas de clase, tres más haciendo deberes? ¿qué sentido tiene que un padre haga los deberes por su hijo? ¿no sería mejor que en vez de pasarse esas dos horas pegadas a su hijo para que no cometa errores, lo dejara equivocarse? ¿no es ese uno de los grandes aprendizajes de la vida, saber que podemos equivocarnos y aprender de ello? ¿no sería mejor que los padres sacaran ese tiempo para divertirse con sus hijos? ¿cómo nos sentiríamos nosotros, los adultos, si después de ocho horas de jornada laboral nos obligaran a seguir trabajando en casa?
Y por último ¿no se puede fomentar la autonomía, las rutinas y los hábitos, la capacidad de superación y de aprender de nuestros errores, la responsabilidad y la capacidad de asumir consecuencias de otra manera?

Desde Intelect@ os planteamos estos interrogantes para que cada uno reflexione, ya que partimos de la idea (en este área) de que no existe ningún libro donde ponga lo que esta bien y lo que esta mal, lo importante es que tenga un sentido, que sea coherente con nuestros valores como padres, maestros, pedagogos…o cualquier otra persona que acompañe al niño en su crecimiento.

viernes, 4 de enero de 2013

LAS TERRIBLES CONSECUENCIAS DEL EFECTO" PIGMALIÓN" SOBRE LOS HIJOS


Las terribles consecuencias del «efecto pigmalión» sobre los hijos"Es muy tímido», «es muy malo y desobediente», «no se entera de nada», «es pasivo»... Lo que pensamos, lo que decimos... A veces no somos plenamente conscientes pero juzgamos y etiquetamos a los niños prematuramente, condicionando su comportamiento y produciéndoles unas heridas que, metafóricamente, pueden llegar a estar sangrando durante muchos años si no se reconocen y cicatrizan correctamente. Es el llamado «efecto pigmalión» de los padres sobre los hijos, o de los profesores sobre los alumnos. «Demasiadas veces se pronuncian expectactivas o prejuicios durante el proceso comunicativo con los más pequeños sin tener en cuenta que en el futuro pueden originar sentimientos, comportamientos o rendimientos no esperados y/o deseados», apunta Alba García Barrera, profesora de Psicología de la Universidad a Distancia de Madrid (Udima). «En toda relación entablada con niños y adolescentes debe prestarse especial atención a la forma en que expresamos y transmitimos nuestras ideas, especialmente aquellas que afectan a su propia forma de ser, actuar o pensar sobre una determinada cuestión. En estas etapas los jóvenes se encuentran en pleno desarrollo físico, psicológico y afectivo, por lo que son altamente vulnerables a la influencia que puede llegar a ejercerse sobre ellos por medio de la comunicación. Es bastante fácil que, con nuestras palabras, afectemos al autoconcepto y la autoconfianza del niño», explica García Barrera.
¿Por qué sucede esto? «Porque solemos olvidar que una persona desarrolla su autoconcepto en función de las expectativas que depositan sobre nosotros las personas de referencia en nuestro entorno», prosigue esta especialista. «Es decir, un niño va formando el concepto que tiene de sí mismo en base a las valoraciones que recibe de sus padres, de sus abuelos, de sus tíos, de sus maestros... Y si bien de pequeñito no le consideran capaz de hacer determinada cosa, muy probablemente acabe siendo incapaz de hacerla. Y no porque no tenga capacidad o habilidades suficientes, sino porque su entorno más próximo le está transmitiendo este mensaje, que difícilmente le invitará siquiera a intentarlo, a probar suerte... Se sentirá menos capaz que ellos y pensará que no puede hacerlo, que no tiene capacidad suficiente... y por tanto, será peor. Esto es lo que se conoce como "efecto Pigmalión" y ya fue demostrado en un estudio por Rosenthal y Jacobson», advierte.

«Trato diferencial» entre hermanos

Por otra parte las expectativas, prosigue esta docente, pueden depositarse en base al llamado «efecto halo». «Pongamos un ejemplo. En el entorno familiar sucede a menudo a través de las comparativas directas e indirectas con los hermanos, ya sean mayores o pequeños. Es común escuchar a un padre o a una madre decir a su hijo, cuando se está portando mal, "a ver si aprendes de tu hermano". Incluso muchas veces se tiende a regañar siempre al niño que se suele portar mal, solo por el hecho de que suele hacerlo con frecuencia, cuando en un momento dado ha podido ser al revés. Ningún niño se porta siempre bien, ni ningún niño se porta siempre mal. Y como padres debemos intentar ser justos y congruentes con ello», añade García Barrera.
Porque además, continua esta especialista, muchas veces se tiende a idealizar el comportamiento del hijo que suele comportarse mejor, y se le regaña menos, se le castiga menos y, en definitiva, se suele tener más paciencia con él que con el que suele portarse peor. «A esto se le llama "trato diferencial", y afecta directamente al autoconcepto, la autoestima y el rendimiento del niño. De hecho, influye en sus respuestas comportamentales, ya que cuando el niño es consciente de que sus padres esperan que tenga un mal comportamiento, tiende aún más fácilmente a tenerlo», asegura esta profesora de Psicología.

Ámbito escolar

Y en el ámbito escolar sucede exactamente lo mismo, afirma esta especialista. «El docente suele tender a poner notas más bajas a aquellos estudiantes que suelen rozar el aprobado, y notas más altas a quienes suelen sacar sobresalientes, aunque por determinadas circunstancias no sea así... Y esto influye en el autoconcepto del alumno y lo que se siente capaz de hacer». En este sentido, propone García Barrera, «hay que prestar atención a los comentarios que realizamos en casa sobre las notas que obtienen nuestros hijos, sin encasillarles, ni esperar determinados resultados. Pero ojo, esto no quiere decir que no haya que exigirles, sino que hay que procurar escucharles, entenderles y animarles a sacar todo el potencial que llevan dentro».
En definitiva, debemos tener en cuenta que la capacidad autopercibida tanto del niño como del adolescente se modela en gran medida en función del «feedback» (respuesta) que le proporcionemos. «Lo que digamos acerca de sus capacidades y habilidades va a influir directamente sobre lo que se considere capaz de hacer. Por eso debemos motivarle y elogiar sus capacidades. Si el niño se siente capaz de hacer algo, y además siente interés por conseguirlo, actuará de forma motivada y será probable que alcance sus metas», concluye esta profesora.

Para potenciar la autoestima

martes, 1 de enero de 2013

Proverbio




 

 Solos no podemos, pedir ayuda es fácil, juntos sí podemos. Nosotros te ayudaremos.
Intelect@ Málaga